miércoles, 23 de enero de 2013

Hay "algo" mucho más maravilloso...





“Ser un ser viviente no es el último estado; hay algo más allá, mucho más maravilloso, que no es ni ser, ni no- ser, ni vivir, ni no-vivir. Es un estado de conciencia pura más allá de las limitaciones del espacio y el tiempo. Una vez abandonada la idea de que uno es un cuerpo/mente, la muerte ya no aterroriza, se convierte en una parte del vivir”.

Ser un ser viviente no es el último estado…”
Por lo general los seres humanos vivimos inmersos en un mundo de pensamientos, sentimientos, penas, alegrías, apegos, adicciones, necesidades y preocupaciones, que parecen abarcar la totalidad de la existencia y no dejan espacio para considerar otras posibilidades. Ni siquiera se nos ocurre poner en duda la veracidad de nuestro mundo.
Pero Maharaj añade (basado en su vivencia directa): “hay algo más allá, mucho más maravilloso, que no es ni ser, ni no-ser, ni vivir, ni no-vivir…”. En otras palabras, nos dice que “eso” que está más allá, está fuera del campo de la dualidad, fuera del tiempo, fuera de los opuestos, ya que no es ni ser, ni no-ser; ni vivir, ni no-vivir.

 Y que no es un poquito mejor que el mundo que experimentamos, sino “mucho más maravilloso”. Continúa: “es un estado de conciencia pura, más allá de las limitaciones del espacio y el tiempo”. Está claro que, ese estado de conciencia pura del que está hablando, no forma parte de la experiencia de la mayoría de nosotros, sino que está literalmente “más allá” de nuestra comprensión intelectual. La conciencia pura, liberada de las limitaciones de creerse “esto” o “aquello” es la Realidad.  Y descubrir esa Realidad implica dejar atrás la identificación con un personaje particular.

“Una vez abandonada la idea de que uno es un cuerpo/mente, la muerte ya no aterroriza, se convierte en una parte del vivir”. Si abandonamos, verdaderamente, la idea de ser un cuerpo/mente, nos encontraremos inmediata y necesariamente, en ese “más allá” del cual habla Maharaj. Pero hay que soltar la convicción íntima o, identificación visceral, con una forma y un nombre determinados. Lo que tiene que ‘morir’ no es el cuerpo, sino la convicción de serlo.

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